Todos los dias iba al mismo lugar, pero con distinto recorrido. La cotidianidad lo aburria. Con su bicicleta celeste algo oxidada se dirigia a trabajar siempre por una ruta diferente. El sol que entibiaba su rostro y el viento que jugaba en su pelo dibujando nuevos y extraños peinados. Nada mejor. La rutina de lo no rutinario.
Lleva los auriculares puestos. música a todo volumen.
El calor lo sofoca, el viento ademas de jugar con su pelo, levanta polvo alrededor y hace que no pueda ver.
Entrecierra los ojos mientras que sin perder el equilibrio se limpia las gotas de traspiración que juegan carrera en su frente.
Y pretende disfrutar...
La musica lo aísla en su propio mundo, donde el volumen alto ahoga sus pensamientos. No los quiere escuchar. La mente suele jugarnos sucio y el lo sabe. No quiere maquinar un pensamiento que despues no pueda controlar. Pero ni el viento, o la musica, o el calor, pueden acallar lo que envuelve sus pensamientos hace ya unas semanas.
Pedalea mas rápido, queriendo escapar. Finalmente sus pensamientos ganan la batalla, y se deja llevar. Irresistibles, dulces, seductores. La muerte misma. Y aparece ella, sus ojos, sus labios, el rostro perfecto de lo femenino, tan cruel, hiriente. La contradiccion personificada.
Se pierde en sus pensamientos. Y en su pecho una mezcla perfectamente proporcional de placer y dolor lo ahoga. Su figura aparece y el resto desaparece. Toda ubicacion espacio-temporal se pierde cuando cae en su subconciente. Los sentimientos cobran fuerza y hasta le parece pedalear mas rapido en su bicicleta contrastando con su contexto, que lentamente tiende a detenerse.
Pierde el sentido, el equilibrio y hasta el oxigeno. Y siente y ve como la germinación de la semilla que ella clavo en el medio de su pecho no para de crecer y lo que apenas era un sentimiento sin sentido alguno ahora cobra fuerza siendo una enredadera sin principio ni fin que lo tiene atrapado. Ama, odia... ni siquiera sabe que siente, cierra los ojos... Un golpe, dos segundos no siente mas.
Por Matías L. Gomez y yo... Gracias flaco! amigos como pocos.
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